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Pediatría y Neonatología


El deporte en niños y en jovenes
Actualmente la actividad deportiva se inicia a edades muy tempranas, siempre a través del juego. Tanto la formación física escolar como las actividades infantiles organizadas por iniciativa de entidades recreativas o centros deportivos coinciden en proporcionar una amplia variedad de estímulos al niño. Todo el mundo coincide en que los niños deben jugar. Las actividades de verano y las propuestas de actividades extraescolares saturan un mercado en el que prima la necesidad de ajustar los horarios de trabajo de los padres con los horarios de los niños.

El juego

La ocupación esencial del niño es jugar. Juega continuamente y con todo. Prueba de ello es que si proponemos un trabajo útil a un niño, al cabo de unos minutos descubriremos que el trabajo se ha convertido en juego. Esto no significa que el juego deba ser considerado una forma secundaria o menos perfecta de trabajo. A través del juego el niño intenta comprender y organizar la realidad. Y a ello dedica infinitas tentativas. El juego es una dimensión tan real, que el niño es capaz de desatender necesidades primarias como comer o descansar.

En el colegio, los niños necesitan jugar para liberarse del conjunto de obligaciones inherentes al proceso de aprendizaje y dar paso a la fantasía, la libertad y la felicidad. Este elemento de evasión propio del juego es tan necesario para la salud como una buena nutrición y una buena higiene, porque permite expresar la alegría y desarrollar la personalidad.

Sin embargo, la escuela, al considerar el juego como una actividad recreativa, lo ha desviado parcialmente al mundo de las actividades extraescolares. Por otro lado, la falta de espacio en muchas viviendas y el desarrollo de una industria de material lúdico pensado para ser utilizado en espacios pequeños y muchas veces individualmente, han reducido de forma significativa las posibilidades de jugar de los niños. De ahí el valor de las actividades que giran entorno a los juegos basados en la motricidad y el aprendizaje deportivo.

Jugar no significa 'aparcar' el cerebro, por oposición a 'pensar' y a 'aprender', sino hacerlo 'trabajar'; es decir, a partir de la enseñanza de las señales que componen el juego, lograr que el niño tenga una respuesta a cada estímulo, sepa elegir entre varias elecciones posibles, sea capaz de expresar verbalmente lo que hace, adquiera conceptos y acabe por aprender las reglas.

El juego ofrece la posibilidad no sólo de ganar o perder, sino también de superar una dificultad y, en definitiva, de asimilar una actitud cultural.



El entrenamiento

Sin embargo, los padres más sensibilizados por la práctica deportiva, o claramente aficionados a un deporte en concreto, tarde o temprano se plantean la posibilidad de que sus hijos lleven a cabo una actividad más organizada, sistematizada y con unos objetivos a corto y a largo plazo. Y en este punto, cuando surge la necesidad o el simple deseo de ir más allá de la variedad, de la riqueza de estímulos y de la oferta puramente lúdica, es decir cuando se pretende dar una forma concreta a la actividad física, aparecen los contrastes de pareceres entre pedagogos, médicos, padres, monitores, entrenadores y todas las figuras que giran en torno al fenómeno educativo. El entrenamiento con niños es un tema muy controvertido dentro del mundo del deporte. Por un lado, en nuestro país cada 'estamento' da prioridad a los objetivos de su área de influencia y el marco actual carece de vías de comunicación suficiente entre deporte escolar y deporte federado; por otro lado, las exigencias del deporte de competición requieren una reordenación en las actividades familiares que no todos están dispuestos a asumir. Dicho de otro modo, ante la disyuntiva de emprender o no la vía del deporte de competición, mucha gente se plantea un sinfín de preguntas del tipo: '¿merece la pena quedarse todo el fin de semana en la ciudad para ver nadar un minuto a mi hijo en las series clasificatorias de 100 m libres, dejando de ir a la segunda residencia a tomarse un más que merecido descanso?'. O bien: '¿no sería mejor que en lugar de entrenar tres o cuatro días por semana mi hijo dedicara este mismo tiempo a estudiar inglés e informática?'. O incluso: '¿cómo es posible que los campeonatos nacionales infantiles de tal o tal deporte se hayan celebrado en estos últimos años en una semana en que la mayoría de colegios comenzaba el período de evaluación?'.

                                                                                                          
Etapas de entrenamiento deportivo del niño
- Etapa de iniciación y desarrollo de habilidades: de cinco a siete años.
- Etapa de iniciación al entrenamiento y familiarización con la actividad deportiva: de ocho a doce años.
- Etapa de entrenamiento sistematizado (especialización): a partir de los doce años.
                                                                                                          
¿Cuál es la edad adecuada para comenzar el entrenamiento?

Éste es sin duda uno de los aspectos que genera más controversia entre los especialistas. Es difícil lograr un acuerdo, en parte por las diferencias entre unos deportes u otros, y también por las distintas concepciones de lo que debe ser el deporte en la infancia, según opine el profesor del colegio o el entrenador. Por otro lado, las edades que señalan diferentes autores para el inicio de la práctica deportiva son bastante dispares entre sí.

Sea como fuere, una parte muy significativa de autores estima que es conveniente que los niños inicien la práctica física a los ocho años, aunque sólo en determinadas actividades psicomotoras, y recomiendan comenzar el entrenamiento sistematizado a partir de los doce años, edad en la que el niño ha alcanzado una forma armónica. Entre los ocho y los diez años se produce un aumento de la coordinación dinámica general, y en el período que va de los diez y los doce años se produce una maduración del sistema nervioso central que permite al niño eliminar gran parte de los movimientos superfluos que caracterizaban las etapas anteriores y que le hacían perder eficacia en el aprendizaje.

Sin embargo, en muchos deportes, tradicionalmente, y por distintos motivos, se empieza a edades más tempranas, como en gimnasia artística, natación o esquí alpino, aunque esto no significa que sea la opción más correcta, ni que al final el rendimiento sea mejor.

Un aspecto que no debe pasarse por alto en referencia a las edades es la distinción entre edad biológica y cronológica, ya que puede haber hasta tres años de diferencia entre la edad cronológica de un niño y la biológica. Estas diferencias suelen situarse entre los once y los catorce años en las niñas, y entre los trece y dieciséis en los niños, es decir, durante la pubertad.

La pubertad es la frontera entre el período infantil y el juvenil. El primero se caracteriza por una gran dependencia familiar, menor nivel de capacidades y menor integración social. En este caso, la práctica deportiva depende exclusivamente de la decisión de los padres.

En el período juvenil, la persona es más independiente, está más desarrollada psíquica y físicamente y, por lo tanto, tiene más capacidad para 'ser entrenada'. En consecuencia, los programas de entrenamiento son más específicos.

Desarrollo de las cualidades físicas

A lo largo de la vida, las cualidades físicas (resistencia, velocidad, fuerza, flexibilidad, coordinación) de cada persona evolucionan en relación con la edad.

La resistencia es la capacidad de realizar un trabajo eficiente durante un período de tiempo largo. Hay que distinguir entre resistencia aeróbica (intensidad media o baja, en presencia de oxígeno) y resistencia anaeróbica (intensidad superior, sin consumo de oxígeno). La efectividad del entrenamiento de la resistencia aumenta a partir de los ocho años. Los niños pueden trabajar la capacidad aeróbica sin cambios de velocidad, ni límites de tiempo que puedan perjudicar a su aparato locomotor.

La velocidad es la capacidad de realizar uno o varios movimientos en el mínimo tiempo. Esta cualidad está determinada por la velocidad de contracción muscular y por la eficacia del sistema nervioso. El niño aumenta progresivamente su velocidad desde del inicio de la edad escolar hasta los diez años. Entre los siete y los nueve años mejora sensiblemente la velocidad de reacción. En la pubertad se produce una nueva mejora de la velocidad, y a los diecisiete años la persona alcanza el 95 de la velocidad máxima.

La fuerza es la capacidad de los músculos de crear tensión y contraerse. En los niños esta cualidad no mejora, o lo hace muy poco, antes de los diez años. Entre los diez y los doce años se introduce la fuerza, combinada con la coordinación. El incremento de la fuerza se produce antes en las chicas (de los once a los trece años) que en los chicos (de los catorce a los diecisiete).

La flexibilidad es la capacidad de extensión de un movimiento en una articulación determinada. Las chicas pueden desarrollarla mucho más que los chicos. Es una capacidad regresiva a partir de los dos años, edad en la que el esqueleto todavía no está totalmente solidificado. Pese a su naturaleza regresiva, la etapa más propicia para desarrollarla es la que comprende de los doce a los catorce años.

La coordinación es el efecto conjunto entre el sistema nervioso y el aparato locomotor en la producción de un movimiento determinado. Esta cualidad influye directamente en el aprendizaje de las técnicas deportivas. Se empieza a desarrollar significativamente entre los cuatro y los siete años, hasta alcanzar el punto de desarrollo máximo a la edad de once o doce años. Los niños a estas edades pueden realizar cualquier movimiento por difícil que sea, aunque la falta de fuerza les impedirá alcanzar el máximo desarrollo. A partir de esta edad el aprendizaje motor espontáneo deja lugar progresivamente a los procesos de aprendizaje racionales.

Ventajas e inconvenientes del entrenamiento durante el crecimiento

El entrenamiento con jóvenes y niños tiene efectos beneficiosos desde muchos puntos de vista, aunque también comporta unos riesgos si no se plantea correctamente.

La actividad física es necesaria a partir de cierta edad, ya que de lo contrario el individuo pierde la posibilidad de desarrollar ciertas capacidades que más adelante ya no desarrollará igual.

Un entrenamiento adaptado a las necesidades de cada etapa de desarrollo siempre comporta más ventajas que riesgos.

Beneficios físicos

Aumenta la actividad, la calidad de los movimientos del niño y descarta la posibilidad de insuficiencias debidas al sedentarismo.
Desarrolla las capacidades motoras y estimula el placer por el movimiento.
Favorece el crecimiento.
Influye en la corrección de posibles defectos físicos.
Sienta las bases para el posterior aprendizaje de técnicas complejas y lo prepara para el futuro rendimiento en competición.


Beneficios psíquicos y sociales

Favorece la relación con otras personas y la integración en la sociedad.
Aumenta el nivel de responsabilidad.
Enseña a valorar positivamente.
Supone un aprendizaje para el éxito o el fracaso, lo cual es aplicable tanto en el terreno meramente deportivo como en la esfera social. De hecho, los niños que no practican deporte no tienen la posibilidad de conocer y controlar esta faceta de su personalidad.


Riesgos físicos derivados de un entrenamiento inadecuado

Cansancio producido por la aplicación de programas de entrenamiento inadecuados, pensados muchas veces para adultos antes que para niños.
Problemas físicos derivados de una actividad física inadecuada que provoca una sobrecarga muscular y ósea.
Cambios en el metabolismo: se ha demostrado que el entrenamiento llevado a sus extremos también puede provocar cambios en el metabolismo de los niños, retrasos en la aparición de menstruación, en el crecimiento, etc.


Trastornos de orden psíquico

Problemas causados por la excesiva manipulación del 'pequeño campeón' (que se convierte en un referente de las expectativas de su padre o de su entrenador).
Inadaptación social debida a la absorción por parte del deporte del tiempo que debería destinarse a otras actividades.
El exceso de responsabilidad que supone participar en competiciones de categorías infantiles es una causa importante de decepción y consiguiente abandono de la práctica deportiva.
Aumento de la agresividad infantil, especialmente en deportes de equipo.
Dificultades en los estudios, debidas al efecto de los puntos anteriores.


Conclusión

Son muchas las entidades y los técnicos que proponen actividades dirigidas para niños basadas en fomentar la riqueza y la variedad de estímulos, incidiendo una franja de población muy moldeable y que reacciona en función de unas necesidades de índole práctica (horarios, amistades, proximidad, etc.), pero la suerte o la habilidad de los padres consiste en encontrar aquel centro deportivo en donde se elabore una programación orientada a canalizar correcta, ética y eficazmente la respuesta a tanto estímulo inicial propuesto as los niños.

Hay que tener en cuenta que el grado de dificultad, desde el punto de vista deportivo, se incrementa cuando se trata de 'conducir' las habilidades y las reacciones de una persona que, a los ocho, los nueve o los diez años, con un bagaje motor nada despreciable, empieza a comparar habilidades, a conocerse a sí mismo, a valorar a los demás y, en definitiva, a competir.

El sistema Inmunitario de los niños
Sin entrar demasiado en términos técnicos y en un campo donde la mayor parte de los mecanismos están aún por descubrir, trataremos de explicar someramente algunos puntos importantes.

Los niños presentan un órgano linfático especial, el timo, que al llegar a la adolescencia se atrofia. El timo es un órgano situado en la cavidad torácica, entre el pulmón y el esternón, cuya función primordial es la defensa inmunitaria, es decir, defender el cuerpo de los agentes externos y extraños que puedan introducirse. El timo es parte primordial de la inmunidad celular; la función de los linfocitos timodependientes es el ataque directo y destrucción de los agentes extraños.

La otra clase de inmunidad, la inmunidad humoral, actúa primordialmente mediante la producción de anticuerpos y se denomina 'bursodependiente', puesto que en las aves hay un órgano con funciones similares a las del timo, que es la bursa de rabricio. En el hombre y en los mamíferos no se ha encontrado este órgano, pero sí los linfocitos que produce la bursa de las aves. Aunque se trata de un campo muy poco explorado, no sería aventurado afirmar que órganos linfáticos como el apéndice y las amígdalas podrían ser algunos de los órganos bursoequivalentes (es decir, que hacen las funciones de la bursa). De ahí radica la importancia de evitar las amigdalectomías y apendicectomías siempre que sea posible.

Tratamientos supresivos

Los tratamientos supresivos realizados con frecuencia a los niños, como recetar antibióticos, a la mínima señal de catarro e inflamación ganglionar, son perjudiciales en la mayoría de los casos.

Es ley natural que todo órgano que no funciona se atrofia y pierde su capacidad de reacción. El sistema inmunitario infantil es un sistema que está aprendiendo a reaccionar frente a los distintos estímulos exteriores del medio ambiente, por eso, a veces reacciona con respuestas paradójicas. Este sistema inmunitario debe desarrollar dos funciones básicas:

Por un lado, debe ejercer un férreo control para evitar que cualquier producto ajeno pueda entrar a formar parte de la entidad corporal.
Por otro lado, debe ir aprendiendo qué le es o no ajeno, e ir almacenando toda esa información para el futuro. Si ante cualquier infección banal introducimos un antibiótico, aparte de introducir un producto tóxico para el organismo del niño, hacemos que su sistema inmunitario sea engañado y no sepa reaccionar correctamente en próximas ocasiones, lo que origina ese círculo vicioso de niños que no paran de tener una infección tras otra y que no cesan de ser suprimidas, hasta que se forma una afección crónica.

¿Conviene extirpar las amígdalas y el apéndice?

El hecho de que los ganglios se inflamen (incluyendo las amígdalas y el apéndice), no significa que estén enfermos; la causa es más profunda. Extraer unas amígdalas porque siempre se inflaman es como matar al cartero porque siempre nos trae malas noticias. Esta acción no evitará que las malas noticias sigan produciéndose, sólo impedirá que nos enteremos de ellas, que es peor.
Aunque a veces es médicamente necesario realizar intervenciones de amígdalas (por ejemplo, para prevenir endocarditis reumática), es bien cierto que hoy en día más de la mitad de las operaciones de amígdalas que se hacen son innecesarias (lo que equivale a decir perjudiciales) y en la mitad de las que son necesarias, muchas veces no se resuelve el problema de las amigdalitis de repetición, puesto que sólo se logra trasladar la inflamación a órganos más vitales (traqueobronquitis, sinusitis, etc.). Con el apéndice ocurre lo mismo. Hoy en día, si se realiza una intervención abdominal y el apéndice sano se encuentra a la vista, se corta para prevenir apendicitis. ¿Es acaso un criterio correcto extirpar un órgano sano? El que no se sepa exactamente para qué sirve no quiere decir que sea un órgano inútil; si está en ese lugar, en medio del sistema intestinal, por algo será. Estas medidas no hacen más que debilitar las defensas corporales y predisponer aún más a las enfermedades crónicas.

Enuresis nocturna (orinarse en la cama)
Los casos de niños que se orinan en la cama son muy frecuentes. Las raíces de este problema, que consiste en la dificultad por parte del niño de controlar sus esfínteres, son múltiples y variadas, y en algunos casos incluso se ignoran. Existe, sin embargo, una serie de tratamientos y remedios naturistas que pueden ayudar a superar este problema en un gran número de casos.

Causas

Como todo el mundo sabe, la enuresis nocturna es un trastorno de la infancia que consiste en la micción inconsciente durante el sueño. Salvo raras excepciones, una persona adulta no se orina en la cama, a menos que presente importantes anomalías del sistema urinario o que tenga diabetes mellitus, retención crónica de orina, infecciones urinarias, espina bífida oculta o bien problemas emocionales graves. Estos casos, sin embargo, son poco usuales y no conciernen a la gran mayoría de niños que se orinan en la cama.

A partir del año y medio de vida, los niños empiezan a controlar sus esfínteres de la uretra y del ano. Se calcula que a los dos años la mitad de los niños todavía no controlan sus esfínteres, mientras que a los cinco años los que se orinan en la cama aún son el quince por ciento y a los doce años el cinco por ciento. Así pues, el problema está mucho más extendido de lo que parece a simple vista.

Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que orinarse en la cama no es una enfermedad, aunque se trata de un problema frecuente y a menudo difícil de resolver.

La enuresis nocturna afecta más a los niños que a las niñas; más a los que nacieron con bajo peso que a los que en el momento de nacer tenían un peso normal o elevado; y más a los niños de raza negra que a los de raza blanca.

Se dice que los niños que se orinan por la noche tienen una vejiga urinaria más pequeña que los otros. Esto sólo es parcialmente cierto, puesto que esta menor capacidad de la vejiga en la gran mayoría de los casos viene dada por un espasmo de los músculos de la zona de la pelvis, que predispone además a una mayor irritabilidad de los esfínteres de la orina. Por esta razón, gran parte de niños con enuresis nocturna, durante el día suelen orinar con bastante frecuencia.

Alimentación y enuresis nocturna

A pesar de que la gran mayoría de las personas (incluidos muchos médicos) piensa que orinarse en la cama tiene más relación con lo que se bebe que con lo que se come, existen numerosos estudios científicos que relacionan este problema con una alergia de tipo alimentario.

Generalmente se relaciona el tema de la alergia a los alimentos con la presencia de erupciones cutáneas (al comer marisco, por ejemplo), crisis de asma u otras alteraciones graves y visibles. Existe, sin embargo, un sinnúmero de alergias escondidas que sólo ocasionan irritabilidad nerviosa o alteraciones ligeras de las mucosas internas, difíciles de diagnosticar.

En un estudio realizado a cien niños en 1978, se observó que suprimiendo la leche y sus derivados de la alimentación, la mitad de ellos dejaban de orinarse en la cama. Los investigadores concluyeron que la leche disminuía el reflejo de vaciado de la vejiga de la orina por inhibición del tallo cerebral.

Entre los principales alimentos alergénicos están la leche de vaca, el chocolate, los huevos, los cereales, el maíz, la carne de cerdo, el pescado azul, el marisco, los espárragos y las frutas cítricas (limón, naranja, pomelo). Además, existen alergias a numerosos aditivos alimentarios como el almidón de maíz, azúcares industriales, conservantes, colorantes y aromatizantes. Es importante, pues, que el niño que se orina en la cama haga una alimentación lo más libre posible de productos artificiales. También se ha demostrado, en algunos casos, que las aspirinas y derivados pueden inducir la enuresis. En general, las alergias alimentarias en este tipo de niños se expresan en forma de hiperactividad; son niños nerviosos, que nunca están quietos y que se orinan con la misma facilidad con que se mueven, juegan o cogen rabietas.

Tratamientos

Ya hemos citado que, ante todo, es necesaria una alimentación adecuada, exenta de productos que puedan producir alergia. Pero hay otros aspectos que deben tenerse en cuenta.

Evitar el estreñimiento.

En caso de estreñimiento, el aumento de la masa fecal en la zona baja del abdomen ocasiona una compresión de la vejiga urinaria, con disminución de su capacidad general y con aumento de las ganas de orinar. Recordemos que la sensación de orinar viene dada por el grado de tensión que sufren las paredes de la vejiga urinaria.

Practicar ejercicios para educar el reflejo de la orina.

Es también importante educar del reflejo de la orina para mejorar la capacidad de autocontrol del niño. En primer lugar, se recomienda que cuando el niño tenga ganas de orinar durante el día intente aguantarse un poco antes de ir al lavabo. Muchos niños, cuando tienen que ir a orinar sienten la necesidad de ir inmediatamente, sin poder esperar.

Una vez el niño está orinando también son útiles los ejercicios de retención de la orina, que consisten en: parar de orinar, seguir orinando, parar de orinar, seguir orinando. De esta manera se refuerza la capacidad consciente de controlar el flujo de orina. Si se realiza este ejercicio durante un plazo medio de unas seis semanas, se suelen observar ya resultados positivos, aunque en determinados casos será necesario persistir durante más tiempo.

Higiene.

Hay otra serie de factores que los padres deberán tener en cuenta para evitar la enuresis. En primer lugar es imprescindible una higiene cuidadosa de los genitales, ya que cualquier pequeña infección en esa zona produce irritación y aumenta el problema.

Evitar el frío durante el sueño.

El frío también ocasiona un aumento de la necesidad de orinar; hay que vigilar, especialmente en la cama, que el frío de la noche no incite al niño a orinarse.

Evidentemente, un niño que se orine en la cama debe orinar cada noche antes de acostarse y no beber excesivos líquidos durante la cena. Sin embargo, trataremos de averiguar aproximadamente a qué hora se orina. Lo más frecuente es que se orine a primeras horas de la mañana, cuando acaba el sueño y empieza a despertarse; en estos casos es importante levantarlo media hora antes, hacerlo orinar en el lavabo y luego volverlo a la cama. En caso de que el niño se orine al iniciar el sueño o de madrugada, conviene despertarlo hacia las doce de la noche y hacer que orine. Este sistema, sin embargo, tiene un inconveniente y es que en muchos casos el niño orina dormido, de modo que este sistema no sirve para que tome consciencia de que se está orinando y de que lo hace en el lugar adecuado.

Muchas veces los problemas mejoran durante los meses de verano, en los cuales el calor ambiental reduce la tendencia a orinarse; además, son meses en los que se hace un mayor ejercicio físico a cielo abierto. Como norma general, y tanto en invierno como en verano, es conveniente que el niño haga ejercicios al aire libre, de tipo vigoroso, pero sin un fin competitivo y sin fatigarse excesivamente.

El factor psicológico.

Se ha hablado mucho de que el niño con este trastorno está tratando, inconscientemente de llamar la atención de sus padres.

Es erróneo pensar que un niño que se orine en la cama está falto de cariño. Sin embargo, es muy frecuente observar niños que habían dejado de hacerse sus necesidades encima (de día o de noche) tener una recaída al nacer un nuevo hermano o cuando la madre empieza a trabajar.

En primer lugar, hay que decir que reñir constantemente a los niños por hacerse pipí en la cama sirve de muy poca cosa. Si se les riñe con severidad, el mismo temor a orinarse puede provocar mayor tensión, lo cual les hará orinarse más y hará más difícil la solución.

Cuando el niño sólo se orina de vez en cuando, los padres deberán dar poca importancia al problema; aceptarlo como una cosa normal, pero deberán explicar cariñosamente el niño que ese problema debe ser solucionado y que para ello quizás deban levantarlo por la noche o restringirle el vaso de agua o de leche de la cena. El niño no debe ver que los padres se alarman y preocupan demasiado por su problema, porque esta actitud podría reforzar su conducta inconsciente de llamar la atención orinándose en la cama.

El uso de pañales-braguita, especialmente en niños mayores de cinco años, no es útil para solucionar el problema, ya que al absorber todo el líquido impiden que el niño se dé cuenta de que se ha orinado esa noche. El hecho de orinarse y sentirse mojado, molesto e incómodo, le obliga a despertarse en muchas ocasiones durante la noche, lo cual es en cierto modo beneficioso para que el niño tome conciencia de su problema. Otra cosa es la comodidad de los padres, que se pueden ver obligados a altas horas de la noche a levantarse, limpiarle y cambiar y lavar las sábanas cada día. En caso de niños que se orinan todas las noches, quizás por comodidad sea adecuado el uso de pañales-braguita hasta que se consigue reducir algo la frecuencia, momento en el cual se puede intentar quitarlos, poniendo una funda impermeable en el colchón.

Otros tratamientos

Si a pesar de todo lo expuesto el niño sigue orinándose, quizás lo mejor sea consultar a algún médico. En este caso, existen algunos tratamientos naturistas que pueden ser de utilidad.

El tratamiento farmacológico que propugna la medicina oficial es poco recomendable. En primer lugar, porque se trata de sustancias psicotrópicas, es decir, que actúan a nivel del sistema nervioso, lo cual es muy poco aconsejable para los niños, que tienen en plena evolución su cerebro y sus capacidades mentales. En segundo lugar, porque su eficacia en la resolución del problema es muy dudosa y nula si no se acompaña de medidas caseras y cambios en la actitud de la familia con respecto al niño.

Existen importantes éxitos en el tratamiento de la enuresis nocturna por acupuntura, así como por reflexoterapia podal (masaje de los pies).

Existen asimismo ciertas plantas, que tomadas en infusión (siempre por la mañana y mediodía, nunca por la noche), pueden ayudar algo a solucionar este problema; nos referimos al llantén, al galio y al té de paja de avena.

Una buena consulta homeopática también puede ayudar a encontrar un remedio específico para cada niño.

Los baños de agua caliente y salada (500 g de sal en la bañera o tina), tomados a última hora de la noche, antes de cenar, pueden ayudar a disminuir el problema. Asimismo también son útiles los baños con infusión de paja de avena.

Hay quien dice que la enuresis cursa con una disminución del calcio y el magnesio corporal. Una alimentación rica en estos productos también es útil.

Ejercicio para reducir la presión en la vejiga urinaria
Para realizar este ejercicio, el niño se estirará sobre una superficie dura, de espaldas al suelo, con los brazos estirados por encima de la cabeza.
El ejercicio consiste en levantar con las manos unas latas de conservas o unos pesos de medio kilo aproximadamente, hasta ponerlos en la vertical. Luego hay que regressar a la posición de inicio, y hacer unas cuantas repeticiones más, hasta que el niño esté algo fatigado.
Para lograr reducir la presión sobre la vejiga es importante que el ejercicio se coordine con la respiración: espiración al subir los pesos hasta la vertical e inspiración al estirar los brazos y bajar los pesos.

La fiebre en los niños
La fiebre es uno de los síntomas más comunes en las enfermedades de la infancia. Aunque es indispensable que los padres -y especialmente las madres, que son quienes están más en contacto con los bebés- sepan manejar la fiebre con soltura y sin prejuicios, no es menos importante saber acudir a un médico sin prisas -pero sin pausa- ante una fiebre que parezca anormal.

Cualquier episodio de fiebre que se dé antes de los seis meses y que dure más de uno o dos días debería ser revisado por un médico, ya que a esta edad es difícil localizar las fuentes de infección del niño. Sin embargo, determinados procesos como la dentición pueden provocar episodios febriles momentáneos de escasa duración que se curan por sí solos.

En cualquier caso, una fiebre elevada en un niño de corta edad deberá ser revisada por un médico de confianza para descartar posibles complicaciones.

Entre los seis meses y los cuatro años de edad se extiende un período en el cual las fiebres pueden ser el pan de cada día o de cada mes, especialmente en aquellos niños que son propensos a resfriarse y acatarrarse a menudo. En estos casos, se cae con frecuencia en el círculo vicioso de administrar antibióticos, lo cual disminuye las defensas corporales del pequeño y hace que reaparezca con mayor frecuencia el proceso catarral. En esta época es cuando se presentan con mayor frecuencia las bronquitis, las otitis, las infecciones urinarias, etc.

A partir de los cuatro o cinco años las fiebres suelen comenzar a remitir en cuanto a frecuencia, pero realmente no es hasta los diez años cuando se puede decir que empiezan a aparecer los procesos febriles propios de la persona adulta.

Aunque los tratados de pediatría no lo contemplan como tal, es muy frecuente que tras una fiebre el niño haya quedado más flacucho, pero haya crecido un poco más. Dentro de la filosofía naturista se contemplan estas fiebres de la infancia como un proceso necesario que forma parte íntima del proceso de crecimiento.

                                                                                                          
Cómo combatir una fiebre
Por lo general, las plantas medicinales con poderes refrescantes y sudoríficos son buenas para el tratamiento de la fiebre. Una infusión de hojas de saúco, menta, calaminta, verbena, consuelda y milenrama, solas o mezcladas, da muy buenos resultados.
Un remedio casero muy eficaz consiste en mezclar 25 g de hojas frescas de salvia, 50 g de miel y tres cucharadas de zumo de limón. Por otra parte, desde un punto de vista hidroterapéutico, las compresas, vendajes y cataplasmas hacen bajar la fiebre, además de calmar los nervios y favorecer la irrigación cutánea. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que antes de aplicar curas de agua fría hay que calentar el cuerpo previamente.

NOTA: ¡TODO NEONATO CON FIEBRE, DEBE SER HOSPITALIZADO!


BIBLIOGRAFÍA :  - ATLAS DE ANATOMÍA - MOSBY
                                - CONOCIMIENTOS